10 Jun 2025
En algún lugar de Vengoth.
Un asentamiento remoto, poco más que un conjunto de casas desgastadas, una posada de aspecto cansado y un mercado destartalado que se aferra a la vida.
Figuras bronceadas por el sol y con los ojos hundidos flotan por las calles polvorientas, agobiadas por las dificultades.
Entre ellos, un alma parece más perdida que las demás. Perdida, y ahora el centro de atención no deseada.
Un grupo de aldeanos rodea a un mendigo; sus voces se alzan con ira y sus palabras están cargadas de desprecio.
¡Deberías callarte esa maldita boca! ¿Cuántas veces te lo hemos dicho? ¡La última vez te pasaste! ¿Ya no te bastan las ratas?
Como héroe que eres, no puedes quedarte de brazos cruzados. Ahora no.
Entras. Rápido y decidido. Antes de que el asaltante más cercano pueda asestarle un golpe al indefenso paria, ya está desarmado. Un destello de energía, un gancho relámpago, lo azota, inmovilizándolo contra el suelo. Su mandíbula cruje con un sonido escalofriante. Los demás se quedan paralizados. Saben quién eres. Saben que no deben desafiarte. Uno a uno, huyen, perdiéndose entre los callejones y las sombras.
Diriges tu atención al anciano. Sangra por la boca, tiene las piernas raspadas y en carne viva.
"Gracias, forastero", dice con voz áspera. "Estos necios temen la verdad más que a la muerte. Se aferran a su ignorancia como bebés al pecho. Dime, vagabundo, ¿qué vida vale más? ¿Una vida vivida en la represión y el miedo, o una vida al servicio de la verdad, cueste lo que cueste?"
Vuelcan su ira sobre mí por este mal indescriptible que se ha apoderado de la tierra. Pero no soy yo quien hizo desaparecer a docenas. No, no, era verde mezclándose con gris, transformándose en algo monstruoso. Solo soy un pobre viejo.
Hace una pausa, perdido en sus pensamientos, mientras sus dedos acarician distraídamente las crestas óseas de sus espinillas.
Extraño, te lo juro, si un atisbo de fuerza más se agitara en estas piernas, en este cuerpo desgastado, me levantaría de nuevo. Nunca fui el más fuerte, pero nunca me ha faltado coraje. Pero tú… tú tienes ambas cosas. Fuerza y ánimo. Sé quién eres. Tu nombre llega hasta los lugares olvidados. Y sospecho que no estás aquí por casualidad.
Algo se agita en ti. Tus ojos se entrecierran, captan la luz.
El anciano lo ve y sonríe levemente. Él lo sabe.
Tiene razón. Tus instintos te trajeron aquí. Y, una vez más, no te fallaron. Lo has encontrado.
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Estás tras el olor de la carne, incluso si persiste el hedor de la muerte.
Implacable como un sabueso, los persigues. A aquellos que se esconden en la sombra, que se alimentan y corrompen. No descansarás hasta desenterrar su nido. Hasta que la línea entre el orden y el caos se difumine, hasta que la vida y la muerte no sean más que ecos que se desvanecen.
Eres el heraldo de la verdad.
El mendigo te mira fijamente a los ojos, y algo dentro de él se contrae.
Él gira la cara, conmocionado.
Ahora sabe que conoces su secreto. Sabes que la sangre en sus labios no es suya...
"No dejéis ningún superviviente", susurra, apenas audible y previendo que está condenado.
Con un movimiento casual de tu muñeca, lo levantas.
Tu voz es tranquila pero firme. «Muéstrame el camino».
Próximamente: ¡Reclamar poder ahora es más fácil que nunca!
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